Crónica del Viñarock 2016
Esta vez nos hemos superado, y nuestra visita a Villarrobledo de este año se ha prolongado por seis largos días. Para la expedición de La Perrera, ésta era la quinta ocasión que nos acercábamos por el festival más veterano de cuantos siguen en activo, un recinto que hemos ido viendo cambiar (siempre a mejor) desde que lo visitamos por primera vez en 2002, cuando el suelo era de tierra, cardos y piedras. Como llegamos el martes y no había conciertos hasta el miércoles, pudimos montar un campamento bajo los árboles como unos privilegiados. Eso sí, casi de milagro, porque las primeras docenas de ocupantes de la arboleda habían plantado un par de tiendas y se habían balizado con putas cintas de madero casi la totalidad de la superficie del parque como si les perteneciera. En serio, chavales, hacéroslo mirar, porque sé que luego todos ibais a ver a Los Chikos del Maíz a gritar lo comunistas que sois y un rato antes habíais estado privatizando cientos de metros cuadrados de un puto parque.
Por lo demás, Viñarock es siempre un remanso de paz ajeno a la violencia donde apenas existen problemas entre miles de visitantes borrachos, donde se encuentran punks, heavys, perroflautas, raperos y también una nutridísima legión de raveros en tutú que nunca pasan por los conciertos oficiales y hacen de su Viñarock una fiesta de cinco días sin dormir.
La fiesta de presentación del miércoles, como todos los años, se realizó en la zona de acampada, y echamos de menos alguna banda legendaria tal y como siempre acostumbra el festival. Los manchegos Yeska fueron la única banda del día en captar nuestra atención de un escenario en torno al cual se arremolinaban menos de mil personas, una gozada en comparación con lo que se venía encima a partir del jueves.
El jueves, como siempre, sucedió que no hubo tiempo para ver a todas las bandas que hubieras deseado. También es cierto que Viñarock facilita el excluir bandas de tus planes, ya que los grupos y el festival tienen una enorme tendencia a repetir cartel año tras año, y la mayoría de las bandas ya han sido vistas en varias ocasiones por muchos espectadores. Con un sol justiciero nos acercamos al concierto de Gritando en Silencio, con la banda muy motivada ante la gran expectación, que hicieron un excelente tramo final. De ahí a la actuación de los Fuckop Familiy, una banda que nos había agradado en disco y que en directo estuvieron realmente bien, sin engaños, tipos rudos haciendo hardcore rudo, algo realmente agradable. Vimos a Kaotiko, una banda que no me va demasiado pero a la que siempre reconozco que realiza una buena selección de canciones en los shows, y ya de noche botamos con Boikot, que desde hace bastantes años ya llevan estatus de superestrellas. La banda de Alberto y Juankar, con los años, ha perdido toda su esencia de rock urbano y se ha acabado convirtiendo en otra banda punk con vientos. Eso sí, ya querrían las demás bandas punk con vientos tener un batería como el de Boikot, capaz de hacer que el mundo se venga abajo con su doble bombo. Angelus Apatrida, la reputada banda de death manchega, nos ofrecieron un conciertazo en el que se mostraron relajados y furiosos al mismo tiempo, donde pudimos disfrutar de un brutal wall of death, cosa que por desgracia no volvió a repetirse en ninguno de los conciertos que nos quedaban por ver. Si no adjunto ningún vídeo es porque no lo he encontrado en youtube, supongo que todo el mundo allí presente andaba moviendo las greñas y en lo último en lo que pensaban era en grabar un jodido vídeo. Bien por ellos.
El viernes llovió, no de manera torrencial, pero sí durante suficientes horas como para anegar de lodo las calles de Villarrobledo, pese a lo que presenciamos a Porretas en un horario muy bueno en el que la banda pudo disfrutar de numeroso público empapándose bajo la lluvia. Y cuando Porretas disfrutan, un servidor también disfruta. Y no nos engañemos, éso es lo importante, ya que la banda pasó sus años de gloria hace tiempo y desde la muerte de Rober cada concierto es un acto de romanticismo punk. Nos trasladamos a un escenario cubierto donde Boni, el cantante y guitarrista de Barricada, tocaba presentando su segundo disco en solitario. La impresión fue que el público (no muy numeroso) esperaba muchas canciones de los Barricada noventeros y se quedó frío con las estupendas canciones del nuevo disco de Boni, con las que rescató de su disco del 92, Peligroso Animal de Compañía, y con temazos del primer disco de Barricada como Noche de Rockn´roll, Esperando en un Billar o la alucinante Callejón sin Salida. Creo no equivocarme si digo que fui la única persona a la que le pareció uno de los mejores conciertos de este Viña. Con el concierto de Reincidentes volvimos a mojarnos de lo lindo, lo que confirió al show de los sevillanos un toque épico del que adolecen desde hace muchos años. Vamos, que estoy hasta los cojones de ver conciertos de Reincidentes, pero éste fue posiblemente el mejor que les he visto en muchos años, con una selección de temas impecable. Después tocó La Gran Pegatina, que podía haberse ahorrado lo de Gran, ya que quizá por lo largo de su espectáculo (era la banda con más tiempo programado) o por lo trabado de la actuación, hicieron un concierto inferior a su sobresaliente actuación como La Pegatina en Viñarock 2014.
El sábado volvió el sol, y bien prontito nos acercamos a ver a los poderosos [In Mute] a los que conocimos en Leyendas el Rock 2015, y que sabíamos que no nos iban a defraudar. Mucho metal y muchos watios, aunque a esas horas eran pocas las melenas que se agitaban haciendo headbanging, y resultó imposible montar un wall of death como Dios manda. Volveremos a verlos este Leyendas 2016, ya que han confirmado su presencia para el primer día. El Reno Renardo, una banda muy querida por el público del Viña, congregó en el escenario lateral a tantos fans que resultaba bastante incómodo ver el concierto, y es que concierto tras concierto se han hecho ya tan grandes como los mismísimos Gigatron. No obstante, es posible que no tuvieran su mejor día. El Último Ke Zierre no hicieron honor a su nombre y comenzaron su actuación todavía con luz del día, cosa que se agradece, porque son muchos los festivales en los que hemos tenido que quedarnos despiertos hasta las cuatro para verlos. Sonaron con la fuerza y rabia habituales, y son una banda enorme cuya importancia no va a ser reconocida, desgraciadamente, hasta que desaparezcan, y luego todos a lamentarnos. Estuvieron muy bien, aunque inmediatamente después un ciclón de energía y cachondeo invadía el escenario contiguo. Los Lendakaris Muertos han perdido ya esa vitola de banda incomprendida y minoritaria que tenían dese su aparición, y ahora se pasean por los festivales como las estrellas que son. Nos gustan, nos divierten y nos hacen saltar y enseñar el middle finger.
Como siempre, nos divertimos mucho y nos perdimos muchas cosas. Agradecer a la organización de Viñarock el nivel de limpieza de baños que se ha alcanzado en esta ocasión (sé que es difícil de creer para los que hayáis estado en otras ocasiones, pero la limpieza de esta vez era alucinante) y la disposición de pantallas gigantes, y a todos los habitantes de Villarrobledo su excelente disposición para convivir año tras año con este masivo y ruidoso aunque inofensivo evento.
«Gente valiente vestida de cuero – Se asan conejos, se escalfan los huevos – Estás perdido en un mar de cuernos – Pero VOLVERÁS»
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